El martes pasado el gobierno y los empresarios renovaron el PACIC (Paquete contra la Inflación y Carestía) con el propósito de que los precios de 24 productos de la canasta básica se mantengan sin cambio durante los próximos seis meses.
Incluso en este renovado PACIC se propuso una meta aún más alta que en el anterior: que el precio de esa canasta se reduzca a 910 pesos, desde los 1,039 pesos en que se fijó en octubre de 2022, cuando se firmó el primer PACIC. Es decir, se plantea una reducción de 129 pesos, o un 12.4% menos en el precio total.
Si la intención es beneficiar realmente a quienes tienen menores ingresos con precios más competitivos, el camino que siguen programas como el PACIC es errado como ya se demostró hasta la saciedad con los gobiernos priistas desde los años ochenta.
Un programa de control de precios como el PACIC no solo es limitado en sus alcances (sólo involucra a un pequeño grupo de productos), sino que afecta a los propios consumidores al distorsionar los mercados con menor calidad de productos o con el llamado “shrinkflation”, un término anglosajón para describir el aumento enmascarado del precio a través de reducir el tamaño del producto.
La realidad es que la aplicación del primer PACIC no favoreció a una menor inflación durante los dos años de su vigencia, ni se reflejó en los bolsillos de los supuestos beneficiarios. En estos dos últimos años del PACIC, el precio de la canasta alimentaria en las zonas urbanas, que mide el Coneval, se incrementó 11.2%, una cifra superior a la inflación general que fue de 9.2% en ese periodo. Peor aún, los precios de los productos agropecuarios se incrementaron 12.7%, muy por arriba de la inflación general.
Quizá se pueda argumentar que el incremento en el precio de los alimentos -que pálidamente busca contener el PACIC- se dieron por igual en todo el mundo. No fue así. De hecho, el índice de precios de los alimentos que publica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) cayó -7.2% entre octubre de 2022 y octubre de 2024, principalmente por caídas en los precios de los cereales y lácteos. Así que por ahí no va la cosa. Más aún, México es de los países de la OCDE con mayores alzas en los precios de alimentos en ese periodo.
¿Entonces? Una parte importante del incremento en los precios es atribuible a las condiciones climáticas para la agricultura. Pero otra más, también importante, tiene que ver con viejos vicios y corruptelas en las cadenas de comercialización y de concentración de mercados en la cadena alimentaria, además de la extendida extorsión a los agricultores, inseguridad en el transporte (con decir que las aseguradoras ya se niegan a vender pólizas a los camioneros), infraestructura deficiente, políticas arancelarias y fiscales desfavorables, entre otras más.
El camino fácil -para la foto en medios- es firmar con algunos empresarios un acuerdo para que un puñado de productos no suban aparentemente de precio por seis meses. Pero las razones de fondo para una mayor competitividad del campo con beneficios tangibles y duraderos para los consumidores están en otro lado. Y no se llama PACIC.
Colofón
Desde Canadá también llegan vientos en contra si México no se alinea con ellos y Estados Unidos en su política arancelaria frente a las importaciones chinas. Le está llegando la hora de la verdad al coqueteo mexicano con los asiáticos.
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