/ domingo 15 de septiembre de 2024

Nos falta patriotismo constitucional

México transita a un cambio de régimen político y buena parte del pueblo no se ha percatado. Al aprobar el Congreso de la Unión la reforma del Poder Judicial de Obrador -de no revertirse en lo interno por la Suprema Corte de Justicia, y al final, por la Corte Interamericana de Derechos Humanos-, concentrará en el partido del presidente, si no es que en él mismo (otro Maximato, he dicho antes), el control de los tres poderes públicos, prohibida en la misma Constitución. Disolverá la división del poder, condición necesaria de todo Estado de Derecho democrático. Como demoledor de los procesos constitucionales fue su aprobación. Uno de los datos a juzgar es el de la extorsión o chantaje a por los menos seis senadores de oposición, ya evidenciada, para lograr que la mayoría oficialista en el Senado obtuviera las dos terceras partes para aprobarla. Con amenazas de expedientes judiciales, por un lado, y con millones de pesos y puestos públicos, por otro. Garrote y zanahoria. Relevante, para efectos de anular este proceso, será reconocer en tribunales que no hubo deliberación democrática, ni en la actual legislatura de las Cámaras del Congreso de la Unión, ni en los Congresos de los Estados, que la aprobaron de inmediato, sin deliberación alguna, a la vista de todos.

Entre los chantajeados está Miguel Ángel Yunes Linares, senador suplente de su hijo por Veracruz. En 2010 Felipe Calderón lo hizo candidato a gobernador, por acuerdos con Elba Esther Gordillo. Con Ricardo Anaya y luego Cortés, los Yunes tuvieron patente de corso. Hoy el gobierno de Obrador amenazó a estos y traicionaron a sus electores, al PAN, al país. El presidente del PAN, Marko Cortés, también tiene corresponsabilidad en la entrega de candidaturas a sus cuates Yunes. Habrá que agotar las instancias judiciales interna y externa para revertir reforma.

En estos días de fiestas patrias, habrá que cuestionarnos por el sentido de éstas. Y el de nuestro propio patriotismo, que no hay que confundir con el patrioterismo infantil, superficial, pitero.

Al hacer estudios en Madrid, tuve la oportunidad de escuchar a Jürgen Habermas, filósofo alemán, en la Universidad Complutense, quien ha postulado el “Patriotismo constitucional”, que supone una identidad nacional, como cultura política común y una concepción participativa de la ciudadanía enfocada en la promoción del bien común basada en los derechos humanos (como los reconoce el Artículo 1 Constitucional, pilar de nuestra organización política) y que abarca la democracia y al Estado constitucional. Para Habermas, el Estado constitucional es expresión de una forma de vida particular, concreta, diferenciable. Y en el caso de México, con la pluralidad de culturas que abarca, se requiere que el proceso de formación de la voluntad política de los ciudadanos esté orientado a hacer realidad los derechos fundamentales de todas y todos, previendo una instrumentación correctora, eficaz, expresa, para cuando no se siguiere esa orientación, especialmente si se deja a las minorías sin protección, en inferioridad de condiciones.

Cuando terminaba estudios profesionales, trabajaba en una empresa en la cual uno de los directores era francés, Jean Francois Thions. Me compartió su percepción y razonamiento de México: Ustedes tienen inmensos recursos naturales y culturales. Pero no los valoran. Nosotros, europeos, particularmente luego de dos guerras (se refería a las del siglo XX) apreciamos desde un pedazo de papel para envolver un trozo de pan o mantequilla o el agua de la lluvia que recolectamos. Y las instituciones que después nos dimos.

Ante los tiempos que se avecinan, se revierta o no la reforma al Poder Judicial, es factible que toquemos fondo en México. Será doloroso, más para los más pobres, pero probablemente condición que posibilite no seguir distraídos, haciéndonos tontos. Y construir, desde los cimientos, un Patriotismo constitucional propio, con una participación ciudadana vigorosa, que privilegie la búsqueda del bien común, reconociendo la diversidad de culturas y visiones políticas del país, hoy negada desde el autoritario en el poder, empeñado en su visión maniquea de buenos y malos.

¡Viva México! ¡Viva la independencia de poderes!

México transita a un cambio de régimen político y buena parte del pueblo no se ha percatado. Al aprobar el Congreso de la Unión la reforma del Poder Judicial de Obrador -de no revertirse en lo interno por la Suprema Corte de Justicia, y al final, por la Corte Interamericana de Derechos Humanos-, concentrará en el partido del presidente, si no es que en él mismo (otro Maximato, he dicho antes), el control de los tres poderes públicos, prohibida en la misma Constitución. Disolverá la división del poder, condición necesaria de todo Estado de Derecho democrático. Como demoledor de los procesos constitucionales fue su aprobación. Uno de los datos a juzgar es el de la extorsión o chantaje a por los menos seis senadores de oposición, ya evidenciada, para lograr que la mayoría oficialista en el Senado obtuviera las dos terceras partes para aprobarla. Con amenazas de expedientes judiciales, por un lado, y con millones de pesos y puestos públicos, por otro. Garrote y zanahoria. Relevante, para efectos de anular este proceso, será reconocer en tribunales que no hubo deliberación democrática, ni en la actual legislatura de las Cámaras del Congreso de la Unión, ni en los Congresos de los Estados, que la aprobaron de inmediato, sin deliberación alguna, a la vista de todos.

Entre los chantajeados está Miguel Ángel Yunes Linares, senador suplente de su hijo por Veracruz. En 2010 Felipe Calderón lo hizo candidato a gobernador, por acuerdos con Elba Esther Gordillo. Con Ricardo Anaya y luego Cortés, los Yunes tuvieron patente de corso. Hoy el gobierno de Obrador amenazó a estos y traicionaron a sus electores, al PAN, al país. El presidente del PAN, Marko Cortés, también tiene corresponsabilidad en la entrega de candidaturas a sus cuates Yunes. Habrá que agotar las instancias judiciales interna y externa para revertir reforma.

En estos días de fiestas patrias, habrá que cuestionarnos por el sentido de éstas. Y el de nuestro propio patriotismo, que no hay que confundir con el patrioterismo infantil, superficial, pitero.

Al hacer estudios en Madrid, tuve la oportunidad de escuchar a Jürgen Habermas, filósofo alemán, en la Universidad Complutense, quien ha postulado el “Patriotismo constitucional”, que supone una identidad nacional, como cultura política común y una concepción participativa de la ciudadanía enfocada en la promoción del bien común basada en los derechos humanos (como los reconoce el Artículo 1 Constitucional, pilar de nuestra organización política) y que abarca la democracia y al Estado constitucional. Para Habermas, el Estado constitucional es expresión de una forma de vida particular, concreta, diferenciable. Y en el caso de México, con la pluralidad de culturas que abarca, se requiere que el proceso de formación de la voluntad política de los ciudadanos esté orientado a hacer realidad los derechos fundamentales de todas y todos, previendo una instrumentación correctora, eficaz, expresa, para cuando no se siguiere esa orientación, especialmente si se deja a las minorías sin protección, en inferioridad de condiciones.

Cuando terminaba estudios profesionales, trabajaba en una empresa en la cual uno de los directores era francés, Jean Francois Thions. Me compartió su percepción y razonamiento de México: Ustedes tienen inmensos recursos naturales y culturales. Pero no los valoran. Nosotros, europeos, particularmente luego de dos guerras (se refería a las del siglo XX) apreciamos desde un pedazo de papel para envolver un trozo de pan o mantequilla o el agua de la lluvia que recolectamos. Y las instituciones que después nos dimos.

Ante los tiempos que se avecinan, se revierta o no la reforma al Poder Judicial, es factible que toquemos fondo en México. Será doloroso, más para los más pobres, pero probablemente condición que posibilite no seguir distraídos, haciéndonos tontos. Y construir, desde los cimientos, un Patriotismo constitucional propio, con una participación ciudadana vigorosa, que privilegie la búsqueda del bien común, reconociendo la diversidad de culturas y visiones políticas del país, hoy negada desde el autoritario en el poder, empeñado en su visión maniquea de buenos y malos.

¡Viva México! ¡Viva la independencia de poderes!