/ lunes 4 de junio de 2018

Escribir es la comprobación de que estoy vivo: Mario Bellatin

El autor de Salón de Belleza considera que el primer paso que debemos dar para comunicar es seguir nuestros impulsos

Nació en México en 1960. Es un escritor franco, místico y misterioso; gusta de ser directo y su prosa goza de una belleza equilibrada y una estética pragmática muy bien narrada. Con modestia y naturalidad en ocasiones olvida y duda de todo el historial que ha alcanzado en su vida literaria. Está en contra de la acumulación y cuando un libro le apasiona el primer impulso es deshacerse de él para compartir el gusto obtenido. Estudió Teología, Cine y fue director de la Escuela Dinámica de Escritores en la Ciudad de México.

Ha publicado más de 40 obras las cuales han sido traducidas en quince idiomas. Entre otros reconocimientos, es ganador del Premio Xavier Villaurrutia por su libro Flores y el Premio Mazatlán de Literatura 2008 por su novela El Gran Vidrio. También ha escrito Carta Sobre los Ciegos Para Uso de los Que Ven y Salón de Belleza.

—¿Qué representa para ti el acto de escribir?

—Imagino que únicamente la comprobación de que estoy vivo. Se trata de un impulso, de una manía. De una pulsión que, en un primer momento, no pasa la razón. Ya luego trato de hacer que lo producido cuente con una forma que pueda ser apreciada por el otro.

—¿Cuál es el primer paso que debemos dar para saber comunicar?

—Seguir nuestros impulsos. No tomar conciencia de que deseamos comunicar algo en particular. Creo que si lo pensamos de antemano lo que se transmitiría estaría de algún modo estandarizado.

— ¿Consideras que vivimos en una realidad opaca?

—Creo que todos estamos de acuerdo en que son pocos los momentos de dicha plena. De felicidad total. Quizá la sensación de desastre absoluto sea más recurrente, pero es igualmente engañosa. Incluso muchas veces tardamos mucho tiempo en darnos cuenta que una etapa de nuestras vidas tuvo una intensidad interesante.

—¿Cuál es el libro que más has regalado?

—Farabeuf... sobre todo a amigos de fuera, pues la obra de Elizondo no es muy conocida.

—El libro que menos te ha gustado

—Cientos de cientos. Creo que el primer libro que oficialmente no me gustó fue alguno de Milán Kundera, principalmente por el despliegue de crítica que lo acompañó en cierta época.

—Entre el cuento y la novela, ¿qué género te deja más satisfacción? ¿Por que?

—No suelo distinguir entre géneros. Los buenos textos van más allá de cualquier clasificación.

—¿Cuál es tú cuento favorito?

—Varias docenas.

—Cinco libros que no pueden faltar en tu biblioteca personal.

—Torà, Biblia, Corán, Paidea, La Rama Florida.

—Si pudieras elegir la historia de vida de un personaje literario, ¿quién serías?

—El Príncipe Idiota, Mishkin.

—En tu libro Salón de Belleza, hay una metáfora interesante entre el concepto de enfermedad y muerte en relación con la vida de unos pequeños peces que va caducando conforme la trama avanza. ¿Por qué elegir a estos animales para tal analogía simbólica?

—Aparecieron de pronto. Colocados por el hombre en un lugar de Belleza poco agraciado. Casi como los salones dedicados a semejante actividad.

—¿Se vale reírse del horror?

—El horror se ríe tanto de nosotros, que me parece que no nos quedan sino muecas a manera de estertores.

—¿Cuál es tu palabra favorita?

—Mierda.

— ¿Qué le dirías al Mario Bellatin de hace 20 años?

—Que va a seguir siendo el mismo imbécil que era entonces. Que, como lo sospechaba, su escritura no iba a llegar a ninguna parte.

—¿Qué representan para ti los Premios Literarios?

—Depende. Sin son por nominación, los acepto con gusto porque pueden ser una garantía para seguir escribiendo.

Nació en México en 1960. Es un escritor franco, místico y misterioso; gusta de ser directo y su prosa goza de una belleza equilibrada y una estética pragmática muy bien narrada. Con modestia y naturalidad en ocasiones olvida y duda de todo el historial que ha alcanzado en su vida literaria. Está en contra de la acumulación y cuando un libro le apasiona el primer impulso es deshacerse de él para compartir el gusto obtenido. Estudió Teología, Cine y fue director de la Escuela Dinámica de Escritores en la Ciudad de México.

Ha publicado más de 40 obras las cuales han sido traducidas en quince idiomas. Entre otros reconocimientos, es ganador del Premio Xavier Villaurrutia por su libro Flores y el Premio Mazatlán de Literatura 2008 por su novela El Gran Vidrio. También ha escrito Carta Sobre los Ciegos Para Uso de los Que Ven y Salón de Belleza.

—¿Qué representa para ti el acto de escribir?

—Imagino que únicamente la comprobación de que estoy vivo. Se trata de un impulso, de una manía. De una pulsión que, en un primer momento, no pasa la razón. Ya luego trato de hacer que lo producido cuente con una forma que pueda ser apreciada por el otro.

—¿Cuál es el primer paso que debemos dar para saber comunicar?

—Seguir nuestros impulsos. No tomar conciencia de que deseamos comunicar algo en particular. Creo que si lo pensamos de antemano lo que se transmitiría estaría de algún modo estandarizado.

— ¿Consideras que vivimos en una realidad opaca?

—Creo que todos estamos de acuerdo en que son pocos los momentos de dicha plena. De felicidad total. Quizá la sensación de desastre absoluto sea más recurrente, pero es igualmente engañosa. Incluso muchas veces tardamos mucho tiempo en darnos cuenta que una etapa de nuestras vidas tuvo una intensidad interesante.

—¿Cuál es el libro que más has regalado?

—Farabeuf... sobre todo a amigos de fuera, pues la obra de Elizondo no es muy conocida.

—El libro que menos te ha gustado

—Cientos de cientos. Creo que el primer libro que oficialmente no me gustó fue alguno de Milán Kundera, principalmente por el despliegue de crítica que lo acompañó en cierta época.

—Entre el cuento y la novela, ¿qué género te deja más satisfacción? ¿Por que?

—No suelo distinguir entre géneros. Los buenos textos van más allá de cualquier clasificación.

—¿Cuál es tú cuento favorito?

—Varias docenas.

—Cinco libros que no pueden faltar en tu biblioteca personal.

—Torà, Biblia, Corán, Paidea, La Rama Florida.

—Si pudieras elegir la historia de vida de un personaje literario, ¿quién serías?

—El Príncipe Idiota, Mishkin.

—En tu libro Salón de Belleza, hay una metáfora interesante entre el concepto de enfermedad y muerte en relación con la vida de unos pequeños peces que va caducando conforme la trama avanza. ¿Por qué elegir a estos animales para tal analogía simbólica?

—Aparecieron de pronto. Colocados por el hombre en un lugar de Belleza poco agraciado. Casi como los salones dedicados a semejante actividad.

—¿Se vale reírse del horror?

—El horror se ríe tanto de nosotros, que me parece que no nos quedan sino muecas a manera de estertores.

—¿Cuál es tu palabra favorita?

—Mierda.

— ¿Qué le dirías al Mario Bellatin de hace 20 años?

—Que va a seguir siendo el mismo imbécil que era entonces. Que, como lo sospechaba, su escritura no iba a llegar a ninguna parte.

—¿Qué representan para ti los Premios Literarios?

—Depende. Sin son por nominación, los acepto con gusto porque pueden ser una garantía para seguir escribiendo.

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