Amor a la vida, al prójimo y vocación de servicio, son aspectos fundamentales de quienes integran Cuerpos de Auxilio o Rescate, principios que prevalecen en Arturo Gutiérrez Ceja, rescatista retirado que formó parte del Cuerpo de Rescate de Salamanca, con el cual tuvo la oportunidad de apoyar como “topo” entre los escombros de los edificios que colapsaron tras el sismo que sacudió a la ciudad de México el 19 de septiembre de 1985. A 39 años de la tragedia, compartió para El Sol de Salamanca ese capítulo de su historia.
“Primero recordar que era un grupo de salmantinos, un grupo de personas que integrábamos el Cuerpo de Rescate Salamanca, nuestro líder José María Fernández. Para entonces ya teníamos cinco años de experiencia con muchos eventos, muchos accidentes; cuando llegamos vimos una cuestión que se salía de cualquier proporción, no vimos equipos de rescate como el nuestro, eso fue muy frustrante. Pasábamos por edificios que al parecer nadie había revisado, pero ya propiamente las acciones de rescate las realizamos con mucho cuidado. Nos tembló el viernes en la noche el día 20, lo que nos puso en alerta de qué es lo que podía pasar; en resumen fue una experiencia por un lado muy enriquecedora porque pudimos hacer mucho, muy frustrante por otra, por todo lo que no pudimos hacer, pero yo prefiero quedarme con lo bueno”, compartió.
Durante la semana en que el Cuerpo de Rescate de Salamanca participó, se realizaron búsquedas y extracciones de personas en la colonia Roma, el multifamiliar Juárez, en el Conalep, así como en otros edificios, en los que el trabajo de Arturo debido a su complexión física, fue ampliar y apuntalar los túneles, para que el personal más robusto pudiera acceder hasta las zonas en donde se encontraban quienes quedaron atrapados entre los escombros.
“Estuvimos inicialmente en un edificio en la zona de la colonia Roma, de ahí nos pasamos a multifamiliar Juárez, ahí estuvimos trabajando dos días completos hasta que vaciamos el edificio por completo. Después fuimos al Conalep, Costureras y un sin fin de edificios (…) tenía 19 años, estaba muy delgado, entonces era de los primeros que metían para empezar a abrir el camino y ampliar los túneles para que nuestros compañeros más fornidos pudieran entrar (…) rescatamos entre 10 y 15 personas con nuestro trabajo en equipo, cada acción nos tomaba horas o algunos minutos podían ser 30, 40 o 50 minutos, pero en la mayoría nos tomaba dos, tres, o hasta cuatro horas poder acceder hasta la persona”, recordó.
En este sentido, recordó que a pesar de que su grupo no contó con previsiones, donde dormir o descansar, a diferencia de los equipos especializados de hoy en día, que previamente son preparados por las Naciones Unidas y son autosuficientes por al menos 15 días, para estar dentro de una zona de conflicto o desastre, sin embargo, agradeció que todos sus compañeros regresaron con bien a casa, tras su importante contribución.
“Afortunadamente todos los que fuimos regresamos, recordar todo eso me da mucho gusto, mi sentir algo muy padre porque hay que lo tomó como mi religión, como católico, lo tomo como un apostolado, es ayudar a alguien que lo necesito en su momento y hasta ahí, no por el reconocimiento”.
Por último, recordó que esta vocación de ayudar a los demás, se inspiró de un programa de televisión de finales de la década de 1970 llamado emergencias, en el que se presentaban casos atendidos por paramédicos en los Estados Unidos, hasta que a sus 16 años junto con su hermano gemelo recibió la invitación de José María Fernández para integrar el Cuerpo de Rescate Salamanca en el que, como esta, vivió muchas otras anécdotas en las que pudo servir y ayudar a quienes más lo necesitaban.