GUANAJUATO, Gto; El indiscriminado paso del Covid-19 en Guanajuato, enfermedad que ha cobrado la vida de miles, que ha dejado crisis económica y social, también arrebató emblemáticos sitios e icónicos personajes de la gastronomía cuevanense.
En el corazón de la capital, un pequeño rincón que vigilaba las puertas de la Universidad de Guanajuato, durante 45 años fue refugio de estudiantes, en sus instalaciones cientos de políticos tomaron importantes decisiones y fue el célebre referente para los jóvenes enamorados.
Previo a la pandemia, Los Alpes lucían boyantes, mesas llenas de personas que deleitaban el inefable sabor de los tradicionales chilaquiles, un exquisito café de olla y las deliciosas malteadas.
La colmena legendaria daba vida a la cafetería, diálogos de leyes, política, artes y deportes zumbaban entre las paredes del recinto, sin embargo, fue el Covid-19 quien arrancó una luz en Cuévano.
Sin Estudiantes, los estragos rápidamente se reflejaron en Los Alpes, poco a poco la decadencia contaminó el cada una de las mesas, cada silla, cada rincón.
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Casi medio siglo de servir con calidez a los guanajuatenses hoy solo viven en la memoria de los fieles comensales luego del trágico 14 de julio, cuando se anunció el cierre del establecimiento, la pandemia cobró su primer víctima.
A dos meses del cierre, hoy la cafetería no es el reflejo del Guanajuato viejo, la falta de recursos no permitió la reapertura de la marca, cada elemento del lugar yace en el olvido.
En el lugar solo se escuchan los ruidos de una nueva administración que con la nueva normalidad busca reactivar la economía a como de lugar, un restaurante de comida mexicana aguarda el 15 de septiembre para escribir su propia historia.
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Si de gastronomía se habla, San Francisquito, mote que los cuevanenses dieron a la cocina de Don Juan; refleja la riqueza y el valor del ciudadano, con atención cortés que seducen al comensal a su pronto retorno.
“Muy buen día señorita, que le vamos a servir hoy”, “ comieron bien, les faltó algo”, indelebles palabras de Don Juan que recitaba a cada uno de sus clientes mientras las notas de Chopin, Vivaldi, Tchaicovski amenizaban la estadía.
Sin lugar a dudas un lugar emblemático, pues a la cálida intención se suma un carnaval de sabores en el paladar cuando el lomo finamente cobijado en el suave bolillo satisface al guanajuatense.
Los aromas del chicharrón ensalzado en una variedad de chiles, la picosita carne de puerco en pasilla montada sobre una exquisita gordita que genera la atmosfera ideal que hipnóticamente atrae a locales y turistas.
Sin embargo, la tragedia aguardaba para opacar aquella delicada comedia, el extraño virus ingresó a los pulmones de Don Juan, lo obligo a abandonar su palacio gastronómico.
En su hogar, familiares amigos esperaban que Don Juan se recuperara pronto y rápidamente volviera la luz a San Francisquito, pero no, el coronavirus se llevó a un auténtico “tipazo”.
Ahora con la nueva normalidad hay incertidumbre sobre la apertura de lugar, hay temor entre los fieles al establecimiento por no volver a saborear los manjares.
Aun si el local abriera, todo sería muy diferente, pues faltaría ese centinela que tras su muralla de productos daba la bienvenida a una experiencia única de Guanajuato.