CELAYA, Gto; Familiares, amigos, empresarios, campesinos y funcionarios de los tres niveles de gobierno, todos hermanados por la tristeza, asistieron al velorio y más tarde a misa concelebrada en el templo de San Francisco para elevar sus plegarias y así dar el último adiós a don Javier Usabiaga, hombre que entregó su vida a su familia y para transformar el campo en Guanajuato y en todo México.
Las campanas doblaron en el momento en que llegó el féretro a las puertas de la iglesia de San Francisco, y después de que se prendieron todas las luces del templo, los familiares entregaron los restos a Dios, con profundo dolor, abatidos, entre lágrimas y flores, pero con la conciencia tranquila, porque el esposo, el padre y el amigo de mucho había cumplido con la misión más difícil de un hombre: ganar la eterna felicidad en la Casa del Padre.
El sacerdote Carlos Sandoval, al inicio de su sermón, pidió a la señora Teresa, que estuviese tranquila, porque su esposo, don Javier Usabiaga, estaba con Dios, pues en toda su vida hizo buen uso de sus dones, y su trabajo como esposo, padre, amigo, empresario y funcionario, ayudó a mucha gente en todo México.
El padre recreó una escena, en donde Dios no necesita pedirle cuentas a don Javier Usabiaga, porque le ve los pies y las manos desgastadas de tanto trabajo, porque los dones que le dio los supo utilizar para el bien de mucha gente, no sólo del campo, sino de personas de otros sectores que se acercaban para pedir un consejo, el apoyo moral y espiritual de un hombre que sabe guiar por su sabiduría acumulada.
“El trabajo es un medio para llegar al cielo, pero siempre y cuando se haga un buen trabajo, con responsabilidad, con entrega, con honestidad; y no buscando siempre el bien propio, sino el bien de los demás. Y don Javier Usabiaga trabajó con responsabilidad, e hizo ese tipo de trabajo que permite ganarse la felicidad eterna al lado del Señor”, dijo el sacerdote ante miles de personas que saturaron el templo, e incluso, muchos de ellos, tuvieron que escuchar el sermón desde el patio central, el atrio frontal y lateral del templo.
El guía espiritual utilizó la parábola para explicar que Javier Usabiaga recibió también esos 5 millones de monedas, pero que realmente representaban los dones que todo hombre tiene al llega al mundo.
“Don Javier Usabiaga no sólo regresó 10 millones, sino mucho más, porque siempre, como un hombre inquieto que buscaba hacer cosas, cambiar al mundo, ayudar a la gente; y por ello, al llegar al cielo, Dios se da cuenta que llega con las manos desgastadas y los pies cansados, pero con el espíritu fortalecido por el trabajo y el amor que siempre entregó a su familia”, mencionó el padre.
El padre Sandoval hizo un recuento de historias de gente que había sido ayudadas por don Javier Usabiaga, que habían recibido consejos y apoyos para mejorar sus pequeñas o grandes empresas, y así ser mejor como persona, como familia y como sociedad.
El padre Carlos Sandoval reconoció que en los últimos años de vida don Javier Usabiaga se dedicó aún más a su familia, porque estaba planeando su mejor empresa: ganar la felicidad eterna en el cielo.
Y lo logró, y muestra de ello fueron los miles de asistentes que llevaron flores, elevaron oraciones, lloraron en el último adiós, desde políticos, funcionarios de los tres niveles de gobierno, campesinos, empresarios de todo el país, amigos y familiares, todos espiritualmente fortalecidos al final de la homilía, gracias a las palabras que ofreció el sacerdote: “Don Javier Usabiaga se ganó la felicidad eterna al lado de Dios”.