/ lunes 18 de noviembre de 2024

El alcohol destruyó mi vida, pero Alcohólicos Anónimos la restauró

Dolores es una mujer salmantina que se ha vuelto una voz y testimonio de que las adicciones dejan secuelas en la vida social y en el cuerpo

El alcoholismo, tabaco y el cristal son las sustancias que más afectan a la población salmantina, esto de acuerdo a cifras de instituciones como el Centro de Integración Juvenil.

En este lugar se tiene documentado que en los últimos años existe un aumento en el consumo de alcohol en las mujeres, cuyas cifras actualmente igualan a los hombres.

Sin embargo, historias como la de Dolores son el reflejo de cómo las experiencias de la infancia y los conflictos familiares pueden desencadenar una vida de adicción. Además de las razones que la llevaron a integrarse a Alcohólicos Anónimos y su difícil proceso de recuperación que se ha convertido en una lucha constante hasta el día de hoy.

Desde muy pequeña, Dolores tuvo sus primeros acercamientos al alcohol a través de su abuelo, a quien diariamente observaba como se reunía con varias personas a beber y tocar instrumentos, despertando la curiosidad de su nieta por probar aquella sustancia que ponía tan feliz a su abuelo. Fue entonces que a los nueve años, en un intento por imitar a los adultos que veía y Dolores probó el tequila. Aunque el licor le quemó la garganta, poco a poco se sintió atraída por esa sensación de escape que había asociado con momentos de aparente alegría.

Dolores tuvo sus primeros acercamientos al alcohol / Foto: José Almanza / El Sol de Salamanca

Sin embargo, la inclinación de Dolores por el alcoholismo no se debe únicamente a la imitación que desde pequeña observó en su abuelo, sino en los conflictos familiares y violencia doméstica que rodeaba su hogar. Su padre, un hombre con problemas de alcoholismo, era agresivo y abusivo con su madre y con los hijos. Ante este entorno, Dolores comenzó a buscar en el alcohol una forma de escape.

“A los 12 o 13 años tuve mi primera gran borrachera. La recuerdo bien, cómo me sentí muy mal, pero también me atrapó esa sensación de desconexión de la realidad,” contó.

Con el paso de los años, el consumo de alcohol se convirtió en una rutina en cada celebración y reunión familiar, un patrón que Dolores siguió en su etapa adulta. Al casarse, se unió con una persona que también tenía problemas de alcoholismo, modelo que posteriormente se replicó en sus hijos y aunque era consciente del daño que les estaba generando, el ciclo de adicción y codependencia era tan fuerte que resultaba complicado detenerse.

“Descuidaba a mis hijos, no les hacía de comer y bebía tanto hasta quedar tirada, pero todo era dentro de mi casa. Después, cuando mi esposo dejó de beber y ya no quería que yo bebiera, yo no podía. Lo hacía a escondidas, aunque sabía que estaba mal. La situación se prolongó hasta que una amiga me invitó a Alcohólicos Anónimos, donde encontré un espacio para reflexionar y comenzar mi proceso de sanación”, recordó.

Dolores comenzó a comprender las consecuencias que causó su adicción en su familia y en ella misma, cuando vio que sus hijos replicaban sus mismas conductas y aunque logró que el mayor se recuperara; otro de sus hijos no corrió con el mismo destino y perdió la vida en un accidente, mientras que el menor vive con las secuelas emocionales que le dejó el alcoholismo y que se manifiestan en una personalidad neurótica.

Su estancia en el grupo de alcohólicos Anónimos y las consecuencias que provocó el alcoholismo en su familia, la han llevado a aprender a vivir el presente, sin permitirse caer nuevamente en el consumo de alcohol, pues sabe que una sola gota puede desatar su deseo de seguir bebiendo.

“Aquí en Alcohólicos Anónimos no decimos cuánto tiempo llevamos sin probar alcohol, solo decimos ‘solo por hoy’, para no inflar el ego”, explicó con una sonrisa en el rostro. Después de años de lucha, su recuperación es un proceso constante, lleno de altibajos, pero lleno también de esperanza.

“Yo estoy aquí porque quiero restaurar mis relaciones con mis seres queridos. Tardamos, pero sí se puede,” afirma Dolores, convencida de que, con tiempo y esfuerzo, es posible superar el alcoholismo y reconstruir los lazos rotos.

El consumo de alcohol se convirtió en una rutina en cada celebración y reunión familiar / Foto: José Almanza / El Sol de Salamanca

Ansiedad y depresión detonan problemas de alcoholismo en Mujeres

De acuerdo con datos del Centro de Integración Juvenil, en Salamanca el consumo de bebidas alcohólicas en las mujeres incrementó hasta un 70% durante 2023, a consecuencia de trastornos de ansiedad y depresión. Una problemática que se mantiene al alza y que llevó a esta institución a implementar el programa de prevención selectiva PAM Prevención del Consumo Excesivo de Alcohol en Mujeres Jóvenes en niveles de educación media superior y educación superior.

El consumo excesivo de alcohol, además de generar accidentes, violencia y problemas familiares y sociales, es un factor de riesgo primordial para padecer 60 tipos de enfermedades y experimentar una muerte prematura.

El alcoholismo, tabaco y el cristal son las sustancias que más afectan a la población salmantina, esto de acuerdo a cifras de instituciones como el Centro de Integración Juvenil.

En este lugar se tiene documentado que en los últimos años existe un aumento en el consumo de alcohol en las mujeres, cuyas cifras actualmente igualan a los hombres.

Sin embargo, historias como la de Dolores son el reflejo de cómo las experiencias de la infancia y los conflictos familiares pueden desencadenar una vida de adicción. Además de las razones que la llevaron a integrarse a Alcohólicos Anónimos y su difícil proceso de recuperación que se ha convertido en una lucha constante hasta el día de hoy.

Desde muy pequeña, Dolores tuvo sus primeros acercamientos al alcohol a través de su abuelo, a quien diariamente observaba como se reunía con varias personas a beber y tocar instrumentos, despertando la curiosidad de su nieta por probar aquella sustancia que ponía tan feliz a su abuelo. Fue entonces que a los nueve años, en un intento por imitar a los adultos que veía y Dolores probó el tequila. Aunque el licor le quemó la garganta, poco a poco se sintió atraída por esa sensación de escape que había asociado con momentos de aparente alegría.

Dolores tuvo sus primeros acercamientos al alcohol / Foto: José Almanza / El Sol de Salamanca

Sin embargo, la inclinación de Dolores por el alcoholismo no se debe únicamente a la imitación que desde pequeña observó en su abuelo, sino en los conflictos familiares y violencia doméstica que rodeaba su hogar. Su padre, un hombre con problemas de alcoholismo, era agresivo y abusivo con su madre y con los hijos. Ante este entorno, Dolores comenzó a buscar en el alcohol una forma de escape.

“A los 12 o 13 años tuve mi primera gran borrachera. La recuerdo bien, cómo me sentí muy mal, pero también me atrapó esa sensación de desconexión de la realidad,” contó.

Con el paso de los años, el consumo de alcohol se convirtió en una rutina en cada celebración y reunión familiar, un patrón que Dolores siguió en su etapa adulta. Al casarse, se unió con una persona que también tenía problemas de alcoholismo, modelo que posteriormente se replicó en sus hijos y aunque era consciente del daño que les estaba generando, el ciclo de adicción y codependencia era tan fuerte que resultaba complicado detenerse.

“Descuidaba a mis hijos, no les hacía de comer y bebía tanto hasta quedar tirada, pero todo era dentro de mi casa. Después, cuando mi esposo dejó de beber y ya no quería que yo bebiera, yo no podía. Lo hacía a escondidas, aunque sabía que estaba mal. La situación se prolongó hasta que una amiga me invitó a Alcohólicos Anónimos, donde encontré un espacio para reflexionar y comenzar mi proceso de sanación”, recordó.

Dolores comenzó a comprender las consecuencias que causó su adicción en su familia y en ella misma, cuando vio que sus hijos replicaban sus mismas conductas y aunque logró que el mayor se recuperara; otro de sus hijos no corrió con el mismo destino y perdió la vida en un accidente, mientras que el menor vive con las secuelas emocionales que le dejó el alcoholismo y que se manifiestan en una personalidad neurótica.

Su estancia en el grupo de alcohólicos Anónimos y las consecuencias que provocó el alcoholismo en su familia, la han llevado a aprender a vivir el presente, sin permitirse caer nuevamente en el consumo de alcohol, pues sabe que una sola gota puede desatar su deseo de seguir bebiendo.

“Aquí en Alcohólicos Anónimos no decimos cuánto tiempo llevamos sin probar alcohol, solo decimos ‘solo por hoy’, para no inflar el ego”, explicó con una sonrisa en el rostro. Después de años de lucha, su recuperación es un proceso constante, lleno de altibajos, pero lleno también de esperanza.

“Yo estoy aquí porque quiero restaurar mis relaciones con mis seres queridos. Tardamos, pero sí se puede,” afirma Dolores, convencida de que, con tiempo y esfuerzo, es posible superar el alcoholismo y reconstruir los lazos rotos.

El consumo de alcohol se convirtió en una rutina en cada celebración y reunión familiar / Foto: José Almanza / El Sol de Salamanca

Ansiedad y depresión detonan problemas de alcoholismo en Mujeres

De acuerdo con datos del Centro de Integración Juvenil, en Salamanca el consumo de bebidas alcohólicas en las mujeres incrementó hasta un 70% durante 2023, a consecuencia de trastornos de ansiedad y depresión. Una problemática que se mantiene al alza y que llevó a esta institución a implementar el programa de prevención selectiva PAM Prevención del Consumo Excesivo de Alcohol en Mujeres Jóvenes en niveles de educación media superior y educación superior.

El consumo excesivo de alcohol, además de generar accidentes, violencia y problemas familiares y sociales, es un factor de riesgo primordial para padecer 60 tipos de enfermedades y experimentar una muerte prematura.

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