Cecilia y Gregorio Menguela Bravo son los últimos guardianes de una antigua tradición familiar: la elaboración artesanal de la cambaya, una tela de algodón que ha sido parte de la vida en Salamanca durante más de 60 años, pero también se han convertido en la última generación de artesanos textiles del municipio.
Esta labor fue heredada de sus padres y ha sido la fuente de sustento de su familia por generaciones.
En su taller, que ya no funciona a diario, solo un telar sigue en operación, manejado por Gregorio cuando el tiempo lo permite, pues el telar suele descomponerse con frecuencia. Cecilia, por su parte, ha tenido que dejar de trabajar debido a una discapacidad.
El proceso de elaboración de la cambaya es largo y laborioso, tomando entre dos y tres meses para completar una pieza de 25 metros de largo por 70 centímetros de ancho. Todo comienza con un paquete de hilo, que se deslava y se remoja en un cajete de agua. Al día siguiente, el hilo se azota contra una piedra repetidamente, antes de dejarlo reposar nuevamente. Luego, el hilo se tiñe en una hornilla antigua, alimentada con leña, y se cuelga para que escurra y se seque.
Después de secarse, el hilo se sumerge en atole de puscua y se vuelve a colgar. Una vez seco, se encañona y se pasa por el urdidor, que prepara la tela para el telar. Finalmente, se enrolla y se teje, dando lugar a la cambaya, una tela artesanal de alta calidad que, en otros tiempos, era la principal fuente de sustento de muchas familias en Salamanca.
A lo largo de los años, la producción de cambaya ha disminuido drásticamente. Antes, toda Salamanca estaba llena de telares y la cambaya se vendía en la plaza del pueblo. Hoy en día, la demanda ha caído, y la gente prefiere telas industriales, más baratas y de menor calidad.
Cecilia y Gregorio lamentan que ya no haya quienes estén interesados en aprender este oficio, y las pocas piezas que logran vender, a menudo, son pagadas en abonos. Una cambaya artesanal cuesta alrededor de mil 500, pero muchas veces los clientes tardan semanas en pagarla por completo.
A pesar de todo, Cecilia y Gregorio continúan con su labor, esperando que su trabajo sea reconocido y valorado, pues desde hace varios años la falta de apoyo hacia este tipo de arte, ha impedido que se le dé el apoyo suficiente a la labor que realizan.
La cambaya, hecha de algodón, tiene usos variados, desde ropa hasta sábanas, y cada pieza es única en sus diseños. Para estos hermanos, mantener viva esta tradición es más que un trabajo; es un legado que desean preservar.