Entre la vorágine tecnológica y el auge de los videojuegos, el juguete artesanal de madera se niega a morir y se mantiene vigente; Ernesto Becerril, es originario de San Antonio la Isla, municipio del Estado de México y junto con los comerciantes agremiados a la Unión Nacional de Artesanos, Productores y Comercializadores de Artesanías de Toluca y Valle de México, recorre todos los puntos del país para comercializar este tradicional juguete.
Ernesto llegó a Salamanca luego de trabajar una temporada en Zitácuaro, Michoacán, estará por espacio de una semana instalado en el Jardín Principal y el siguiente destino será Tepeji del Río de Ocampo.
"Somos un pueblo de Toluca, casi la mayoría somos familia, unos se dedican a elaborar el juguete y otros salimos a venderlos, no tenemos una ruta, pero si donde nos den permiso y nos inviten, para allá vamos (...) El artesano anda con su familia o a veces hay que sacrificar un poco a la familia"...
En el pequeño espacio que ocupa su negocio ambulante, Ernesto ofrece a la ciudadanía los tradicionales trompos y baleros, carros y tractores de madera, guitarras, violines, tambores, tableros de ajedrez, juegos de dominó, damas chinas y una extensa gama de los juguetes de madera que en antaño divertían a los niños.
"Tiene demanda en los adultos, los adultos se emocionan cuando ven algún juguete de madera que utilizaron en su tiempo y quieren hacer que los niños también vuelvan a jugar, de hecho el balero y el trompo es lo que más se vende, los carritos es lo que se llevan, ahora tenemos juguetes didácticos también"...
La Unión Nacional de Artesanos, Productores y Comercializadores de Artesanías de Toluca y Valle de México, agrupa comerciantes de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Hidalgo y Guadalajara, también se han unido algunos comerciantes originarios de Ecuador.
Hay algunas regiones del país con mayor aceptación para el juguete artesanal de madera, también hay zonas en las que se vende muy poco, algunas plazas o ciudades están cansadas por la permanente actividad comercial, pero Ernesto en cualquier lugar, Ernesto trabaja con gusto, con fe y esperanza de vender sus juguetes.