Ocho de cada 10 personas padecen diabetes tipo 2 en México, una enfermedad crónico degenerativa catalogada como la segunda causa de muerte entre los guanajuatenses y que suele atacar principalmente a la población de 30 a 50 años de edad, cuyos factores principales pueden ser hereditarios hasta alimentarios.
La diabetes es una enfermedad crónica que impide al cuerpo regular adecuadamente los niveles de azúcar en la sangre. Esta condición, que puede ser comparada con intentar usar un automóvil sin gasolina, es un problema creciente en México y en el mundo. La glucosa, una molécula de seis carbonos, es esencial para el funcionamiento del cuerpo humano, siendo la más grande de los carbohidratos que el cuerpo puede aprovechar. Sin embargo, cuando los niveles de glucosa no se manejan correctamente, se pueden desencadenar una serie de complicaciones graves para la salud.
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"En el contexto de la transición epidemiológica, observamos un aumento en la prevalencia de enfermedades como el sobrepeso, la diabetes, la hipertensión y los altos niveles de triglicéridos. Estos problemas de salud están intrínsecamente relacionados y representan un desafío significativo para la sociedad. Es crucial fomentar un estilo de vida saludable desde el hogar y a través de instituciones dedicadas al desarrollo humano. Crear hábitos saludables y sustentarlos con evidencia científica y trabajo colaborativo puede marcar una gran diferencia", explicó Juan Jesús Martínez García, jefe de Jurisdicción Sanitaria V.
En México, la situación es alarmante: ocho de cada diez adultos mayores de 18 años presentan algún grado de sobrepeso u obesidad. Esta realidad se ve exacerbada por la influencia de modelos alimentarios provenientes de Estados Unidos, donde el consumo de carbohidratos es predominante. Esta tendencia ha sido replicada en México, contribuyendo al aumento de enfermedades metabólicas.
El problema no se limita a los adultos, pues tres o cuatro niños menores de edad también padecen sobrepeso u obesidad y están en riesgo de desarrollar diabetes en su vida adulta. La falta de movimiento en las estadísticas de sobrepeso y obesidad sugiere que las estrategias actuales no están siendo efectivas. Es imperativo que la promoción de la salud se tome más en serio y que se implementen medidas más efectivas.
Prevenir complicaciones mortales asociadas con estas enfermedades es posible y, a menudo, no tiene un costo significativo. El gobierno ofrece numerosas actividades, grupos de ayuda mutua, consultas gratuitas y medicamentos de última generación sin costo alguno. Sin embargo, para enfrentar este gran reto, es necesario un esfuerzo conjunto y coordinado entre médicos y gobiernos.
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La obesidad, por sí misma, es un factor de riesgo importante para la hipertensión, la dislipidemia y, consecuentemente, para problemas cardiovasculares. La conciencia sobre estos riesgos es fundamental para impulsar cambios en el estilo de vida y adoptar hábitos más saludables. La promoción de la salud no puede quedarse en palabras; debe traducirse en acciones concretas y sostenidas para mejorar la calidad de vida de la población.