/ lunes 8 de julio de 2024

Salamanca cuenta con una estación de ferrocarril desde 1880

Entre Celaya e Irapuato recorría un ferrocarril, el cual pasaba por el municipio de Salamanca

En 1880 corrió por primera vez el ferrocarril entre las ciudades de Celaya e Irapuato, pasando por Salamanca; a partir de entonces, la actividad ferroviaria tuvo gran importancia en la ciudad, ya que eran varias corridas las que llegaban y partían cada día hacia diferentes destinos.

Entre Celaya e Irapuato recorría un ferrocarril, el cual pasaba por el municipio de Salamanca, en donde la primera locomotora fue armada en este municipio, a manos de Ernest Barton, quien fue auxiliado en dichas labores por el herrero y mecánico salmantino Lino Castillo.

Con fecha del 16 de septiembre de 1880, fue cuando esta locomotora corrió por primera vez entres entre estas ciudades. Desde ese entonces, la actividad ferroviaria tuvo gran importancia en Salamanca, ya que eran varias corridas las que llegaban y partían cada día hacia diferentes destinos.

Fue hasta el año de 1887 cuando Salamanca estaba conectada con Guanajuato, México, Guadalajara y se podía viajar hasta El Paso, Texas, en Estados Unidos. La estación de Salamanca solía ser el contacto con el mundo exterior, ya que en esos tiempos no existían muchos medios de comunicación y los que había no estaban al alcance de todas las personas, por lo que la gente que llegaba a través de este medio de transporte traían las noticias fuera del municipio, mercancía e información de personas que vivían en zonas alejadas.

La vía del ferrocarril marcaba los límites de la ciudad hacia el norte y la estación era un mundo aparte, en donde se vivía una rutina muy particular y en donde habitaban personajes típicos que conviven con los viajeros que iban y venían sin descanso.

Además de quienes trabajaban en el embarque de los productos producidos en Salamanca o en descargar los vagones con las mercancías que llegaban de fuera, cualquiera podría encontrar un medio de subsistencia en la estación, ya que eran aproximadamente diez trenes los que cada día llegaban a Salamanca.

Mientras que la gente esperaba entre la partida de un tren y la llegada del siguiente, los niños lo pasaban en una alberca que había debajo de unos enormes laureles de la india, en lo que ahora es la calle Lázaro Cárdenas. La entrada a ese rústico balneario costaba un centavo y ahí se divertían los niños, hasta que el sonido del silbato les anunciaba la llegada del siguiente tren.

Los productos del campo salmantino que se embarcaban para ser llevados a México, Guadalajara o al norte eran el jitomate, chiles güeros, papas, camotes, maíz, frijol, trigo, zapote blanco y tomates. El embalaje de esos productos se hacía ahí mismo, por los cargadores.

Algunos productos, como los tomates, se almacenaban en grandes canastas de carrizo que tapaban con mallas de mecate y que eran llamadas colotes. Los chiles güeros los metían en petates mojados a los que les daban forma de canasta y los cosían con las agujas de arría y un mecate delgado de ixtle que llamaban lia. El resto de los productos se enviaban en costales tejidos llamados arcillas. Una vez embalados los productos, se subían a las carretas que los llevaban hasta los vagones del tren y los cargadores embarcan toda la mercancía

En la esquina en donde la actual calle Emiliano Carranza cruza las vías del tren, había un enorme depósito de agua. Cuando los trenes se detenían, las locomotoras bulaban.

Mientras cargaban agua en ese tinaco, los cargadores hacían su trabajo y el ganado también era embarcado en el tren. Los animales se encerraban en un gran corralón que se localizaba justo frente al depósito de agua y que era llamado el embarcadero

Los trenes de pasajeros llegaban y enseguida se encontraban con el servicio de los tranvías que los llevaban hasta el centro de la ciudad. Además, varios hoteles de Salamanca contaban con el servicio de ir a recoger a los pasajeros a la estación. Por medio de publicidad impresa, estos hoteles trataban de hacerse de algunos huéspedes, anunciando sus habitaciones limpias, grandes, modernas, sus restaurantes con servicio las 24 horas del día o el verdadero lujo de contar con servicio de baños.

Encuentro de culturas

Todavía hasta mediados del siglo XX, la llegada del tren de las ocho de la noche era todo un acontecimiento. Un paseo típico de las familias salmantinas era ir a la estación por las tardes para presenciar la llegada de ese ferrocarril. No era sólo el darle la bienvenida a los recién llegados, sino que además la estación era una zona comercial y recreativa en donde se ofrecía todo tipo de mercancías, de comidas e incluso había actividades culturales.

La comida tradicional de la estación eran las gorditas, muy particulares, ya que eran pequeñitas y doradas en manteca. Otro tipo de gorditas que se vendían ahí eran de maíz o de garbanzo con chile y queso. También había unas de piloncillo que eran chiquitas, como galletas y se desmoronaban. Sin embargo lo más típico era ir a la estación y refrescarse con un vaso de agua de horchata y una nieve de limón, que se veridian en grandes tinajas.

Además de la comida, había vendedores que ofrecían guantes, telas de manta, canshayas, rebestos o sarapes. También eran muy comunes las figuritas de artisela que llamaban peluchitos y hacían las delicias de los niños. Estas figuras estaban hechas con hilo de artisela que es un hilo sintético muy brillante usado en la rebocería como imitación de la seda para abaratar los costos. En Salamanca, en las calles Padre Marocho y Juárez se fabricaban estos juguetes, colocando la artinela en un alambre para bango darle forma de animalitos muy coloridos y llamativos,

En la actualidad, esta estación de tren sirve como una oficina para la empresa Ferromex para poder brindar el mantenimiento y darle un uso apropiado a esta instalación que ha perdurado con el paso de los años.

En 1880 corrió por primera vez el ferrocarril entre las ciudades de Celaya e Irapuato, pasando por Salamanca; a partir de entonces, la actividad ferroviaria tuvo gran importancia en la ciudad, ya que eran varias corridas las que llegaban y partían cada día hacia diferentes destinos.

Entre Celaya e Irapuato recorría un ferrocarril, el cual pasaba por el municipio de Salamanca, en donde la primera locomotora fue armada en este municipio, a manos de Ernest Barton, quien fue auxiliado en dichas labores por el herrero y mecánico salmantino Lino Castillo.

Con fecha del 16 de septiembre de 1880, fue cuando esta locomotora corrió por primera vez entres entre estas ciudades. Desde ese entonces, la actividad ferroviaria tuvo gran importancia en Salamanca, ya que eran varias corridas las que llegaban y partían cada día hacia diferentes destinos.

Fue hasta el año de 1887 cuando Salamanca estaba conectada con Guanajuato, México, Guadalajara y se podía viajar hasta El Paso, Texas, en Estados Unidos. La estación de Salamanca solía ser el contacto con el mundo exterior, ya que en esos tiempos no existían muchos medios de comunicación y los que había no estaban al alcance de todas las personas, por lo que la gente que llegaba a través de este medio de transporte traían las noticias fuera del municipio, mercancía e información de personas que vivían en zonas alejadas.

La vía del ferrocarril marcaba los límites de la ciudad hacia el norte y la estación era un mundo aparte, en donde se vivía una rutina muy particular y en donde habitaban personajes típicos que conviven con los viajeros que iban y venían sin descanso.

Además de quienes trabajaban en el embarque de los productos producidos en Salamanca o en descargar los vagones con las mercancías que llegaban de fuera, cualquiera podría encontrar un medio de subsistencia en la estación, ya que eran aproximadamente diez trenes los que cada día llegaban a Salamanca.

Mientras que la gente esperaba entre la partida de un tren y la llegada del siguiente, los niños lo pasaban en una alberca que había debajo de unos enormes laureles de la india, en lo que ahora es la calle Lázaro Cárdenas. La entrada a ese rústico balneario costaba un centavo y ahí se divertían los niños, hasta que el sonido del silbato les anunciaba la llegada del siguiente tren.

Los productos del campo salmantino que se embarcaban para ser llevados a México, Guadalajara o al norte eran el jitomate, chiles güeros, papas, camotes, maíz, frijol, trigo, zapote blanco y tomates. El embalaje de esos productos se hacía ahí mismo, por los cargadores.

Algunos productos, como los tomates, se almacenaban en grandes canastas de carrizo que tapaban con mallas de mecate y que eran llamadas colotes. Los chiles güeros los metían en petates mojados a los que les daban forma de canasta y los cosían con las agujas de arría y un mecate delgado de ixtle que llamaban lia. El resto de los productos se enviaban en costales tejidos llamados arcillas. Una vez embalados los productos, se subían a las carretas que los llevaban hasta los vagones del tren y los cargadores embarcan toda la mercancía

En la esquina en donde la actual calle Emiliano Carranza cruza las vías del tren, había un enorme depósito de agua. Cuando los trenes se detenían, las locomotoras bulaban.

Mientras cargaban agua en ese tinaco, los cargadores hacían su trabajo y el ganado también era embarcado en el tren. Los animales se encerraban en un gran corralón que se localizaba justo frente al depósito de agua y que era llamado el embarcadero

Los trenes de pasajeros llegaban y enseguida se encontraban con el servicio de los tranvías que los llevaban hasta el centro de la ciudad. Además, varios hoteles de Salamanca contaban con el servicio de ir a recoger a los pasajeros a la estación. Por medio de publicidad impresa, estos hoteles trataban de hacerse de algunos huéspedes, anunciando sus habitaciones limpias, grandes, modernas, sus restaurantes con servicio las 24 horas del día o el verdadero lujo de contar con servicio de baños.

Encuentro de culturas

Todavía hasta mediados del siglo XX, la llegada del tren de las ocho de la noche era todo un acontecimiento. Un paseo típico de las familias salmantinas era ir a la estación por las tardes para presenciar la llegada de ese ferrocarril. No era sólo el darle la bienvenida a los recién llegados, sino que además la estación era una zona comercial y recreativa en donde se ofrecía todo tipo de mercancías, de comidas e incluso había actividades culturales.

La comida tradicional de la estación eran las gorditas, muy particulares, ya que eran pequeñitas y doradas en manteca. Otro tipo de gorditas que se vendían ahí eran de maíz o de garbanzo con chile y queso. También había unas de piloncillo que eran chiquitas, como galletas y se desmoronaban. Sin embargo lo más típico era ir a la estación y refrescarse con un vaso de agua de horchata y una nieve de limón, que se veridian en grandes tinajas.

Además de la comida, había vendedores que ofrecían guantes, telas de manta, canshayas, rebestos o sarapes. También eran muy comunes las figuritas de artisela que llamaban peluchitos y hacían las delicias de los niños. Estas figuras estaban hechas con hilo de artisela que es un hilo sintético muy brillante usado en la rebocería como imitación de la seda para abaratar los costos. En Salamanca, en las calles Padre Marocho y Juárez se fabricaban estos juguetes, colocando la artinela en un alambre para bango darle forma de animalitos muy coloridos y llamativos,

En la actualidad, esta estación de tren sirve como una oficina para la empresa Ferromex para poder brindar el mantenimiento y darle un uso apropiado a esta instalación que ha perdurado con el paso de los años.

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