Virginia Robles es una de los más de 700 comerciantes que alberga el Tomasa Esteves, durante 30 años se ha dedicado a vender verdura en un puesto improvisado en diferentes espacios en los que se ha acomodado en la central de abastos; hoy a sus 70 reconoce que su día a día es complicado y pesado para ella, sin embargo, mantiene la convicción de seguir trabajando hasta que su salud y Dios se lo permita.
“Ya tengo 30 años, buscando un lugar en el que me dejen vender, la necesidad de comer me impulsó a buscar una manera de salir adelante, soy originaria de Valtierrilla, ahorita con la edad se me hace más difícil cada día pues ya tengo 70 años, pero mientras Dios me dé licencia voy a seguir viniendo a trabajar de lunes a domingo desde las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde”, compartió la comerciante.
La historia de doña Vicky, como es conocida por sus compañeros de oficio, es igual a la de muchos comerciantes que día a día buscan el sustento de sus familias, sin embargo, ella es una mujer autónoma que ayuda en los gastos a su hermana menor. Al igual que ella alrededor de 30 mujeres de la misma comunidad se dedican a esta misma actividad, que durante años han sido testigos del la historia de más de medio siglo del Tomasa Esteves.
“Hay varias conocidas de la misma comunidad que vienen a vender sus nopalitos, salsas, ajos, tortillas de nopal, rábanos, acelgas, elotes, lechuga y más que generalmente nosotras mismas cosechamos y procesamos”, externó.
Durante tres décadas, Virginia ha visto envejecer al Tomasa Esteves, al cual dijo desde hace años no se han atendido sus necesidades, las cuales podrían dignificar el lugar ya que la falta de iluminación, mantenimiento a la red sanitaria, eléctrica y de agua potable; “hay muchas cosas que mejorar, pero no las han querido mejorar, hay cosas que se van acabando, como las tapas de los drenajes que se rompieron, pero solo las vinieron a medir hace más de tres meses, pero ya no vinieron a ponerlas”, concluyó.