/ sábado 28 de octubre de 2017

Recuerdan a las víctimas de los sismos

La tradición marca que cada 1 de noviembre, a las dos de la tarde, las campanas del templo San Martín de Tours, Huaquechula, se hacen sonar para recibir las almas de los fieles difuntos

En el Istmo de Tehuantepec, zona con más afectación por los movimientos telúricos del mes de septiembre, la Fiesta de los Fieles Difuntos, no será menos que años anteriores, la etnia zapoteca no dejará de rendirles culto a sus muertos. El Xandú o Biguie seguirá de pie.

Casilda una mujer de 60 años, que sintió de cerca la muerte durante el sismo del 7 de septiembre que devasto gran parte del Istmo, se siente segura de que los espíritus de sus ancestros le dieron la oportunidad de seguir vivía, por ello los celebrará con todo lo que pueda. Ella es parte de los damnificados que recibió la tarjeta de Bansefi con apoyo del Fonden, su casa está destruida, hace unos días lo que quedaba fue removido, con ello se fueron recuerdos y fotografías, pero no la fe en la vida después de la muerte.

Con lágrimas en sus ojos, asegura que como cada año, en lo que queda de su terreno montara su altar, adornado con flores de cempasúchil, bebidas y alimentos típicos de la región, en memoria de sus padres, esposo y uno de sus hijos, aunque para ello tuvo que utilizar parte de los recursos que fue destinado para reconstruir su vivienda. “Ya después nos repondremos”, dice.

En comunidades del Istmo de Tehuantepec, como Juchitán y Santa María Xadani, los zapotecas conviven con sus fieles difuntos durante los días 30 y 31 de octubre, a diferencia del resto del país, que celebra Todos Santos el 1 y 2 de noviembre. El xandu´ se celebra en los últimos dos días de octubre, porque es lo más cercano al calendario zapoteca que iniciaba el 8 de febrero y culminaba el 25 de octubre.

 

 

PUEBLA LEVANTA SUS ALTARES MONUMENTALES

La tradición marca que cada primero de noviembre en punto de las 14:00 horas se hacen sonar las campanas del templo San Martín de Tours, Huaquechula, para recibir a los fieles difuntos, quienes por un día visitan el mundo de los vivos, pero este año el terremoto del 19 de septiembre cambió los planes.

El templo está semidestruido, el campanario es inservible por lo que por primera vez desde que existe la tradición no habrá un repique con el cual se haga el anuncio correspondientes de la llegada de las almas al mundo terrenal, no obstante, las familias las estarán esperando y las guiarán hasta los altares que fueron elaborados justo para las personas que murieron durante el último año.

Una de las familias que tuvo más complicaciones por el sismo fue la de las señoras Raquel Luna y Pilar Hernández, pues la primera de ellas tuvo una pérdida total de su vivienda durante el terremoto, por lo que se vio en la necesidad de buscar otra casa –la de su prima- en la cual instalar la ofrenda dedicada a su mamá Elisa y donde también vive.

Por un momento pasó por la mente de Raquel no colocar dicha instalación dado los gastos que deberá solventar para la reconstrucción de su casa, sin embargo, se puso de acuerdo con algunas de sus primas y en conjunto decidieron que sí era necesario colocar la ofrenda para recibir a su mamá non candelabros que ella dejó, pues en vida fue seguidora de las tradiciones e incluso dejó instrucciones de cómo quería que montaran el altar cuando falleciera y dejó preparada una fotografía para tal fin.

“Mi casa es pérdida total, pero, a pesar de eso quisimos seguir la tradición. Afortunadamente, me prestaron esta casa, estoy viviendo actualmente aquí y aquí es donde vamos a recibir nosotros el alma de mi mamá ya que la de nosotros ya no existe”, expresó la señora Raquel.

En el Istmo de Tehuantepec, zona con más afectación por los movimientos telúricos del mes de septiembre, la Fiesta de los Fieles Difuntos, no será menos que años anteriores, la etnia zapoteca no dejará de rendirles culto a sus muertos. El Xandú o Biguie seguirá de pie.

Casilda una mujer de 60 años, que sintió de cerca la muerte durante el sismo del 7 de septiembre que devasto gran parte del Istmo, se siente segura de que los espíritus de sus ancestros le dieron la oportunidad de seguir vivía, por ello los celebrará con todo lo que pueda. Ella es parte de los damnificados que recibió la tarjeta de Bansefi con apoyo del Fonden, su casa está destruida, hace unos días lo que quedaba fue removido, con ello se fueron recuerdos y fotografías, pero no la fe en la vida después de la muerte.

Con lágrimas en sus ojos, asegura que como cada año, en lo que queda de su terreno montara su altar, adornado con flores de cempasúchil, bebidas y alimentos típicos de la región, en memoria de sus padres, esposo y uno de sus hijos, aunque para ello tuvo que utilizar parte de los recursos que fue destinado para reconstruir su vivienda. “Ya después nos repondremos”, dice.

En comunidades del Istmo de Tehuantepec, como Juchitán y Santa María Xadani, los zapotecas conviven con sus fieles difuntos durante los días 30 y 31 de octubre, a diferencia del resto del país, que celebra Todos Santos el 1 y 2 de noviembre. El xandu´ se celebra en los últimos dos días de octubre, porque es lo más cercano al calendario zapoteca que iniciaba el 8 de febrero y culminaba el 25 de octubre.

 

 

PUEBLA LEVANTA SUS ALTARES MONUMENTALES

La tradición marca que cada primero de noviembre en punto de las 14:00 horas se hacen sonar las campanas del templo San Martín de Tours, Huaquechula, para recibir a los fieles difuntos, quienes por un día visitan el mundo de los vivos, pero este año el terremoto del 19 de septiembre cambió los planes.

El templo está semidestruido, el campanario es inservible por lo que por primera vez desde que existe la tradición no habrá un repique con el cual se haga el anuncio correspondientes de la llegada de las almas al mundo terrenal, no obstante, las familias las estarán esperando y las guiarán hasta los altares que fueron elaborados justo para las personas que murieron durante el último año.

Una de las familias que tuvo más complicaciones por el sismo fue la de las señoras Raquel Luna y Pilar Hernández, pues la primera de ellas tuvo una pérdida total de su vivienda durante el terremoto, por lo que se vio en la necesidad de buscar otra casa –la de su prima- en la cual instalar la ofrenda dedicada a su mamá Elisa y donde también vive.

Por un momento pasó por la mente de Raquel no colocar dicha instalación dado los gastos que deberá solventar para la reconstrucción de su casa, sin embargo, se puso de acuerdo con algunas de sus primas y en conjunto decidieron que sí era necesario colocar la ofrenda para recibir a su mamá non candelabros que ella dejó, pues en vida fue seguidora de las tradiciones e incluso dejó instrucciones de cómo quería que montaran el altar cuando falleciera y dejó preparada una fotografía para tal fin.

“Mi casa es pérdida total, pero, a pesar de eso quisimos seguir la tradición. Afortunadamente, me prestaron esta casa, estoy viviendo actualmente aquí y aquí es donde vamos a recibir nosotros el alma de mi mamá ya que la de nosotros ya no existe”, expresó la señora Raquel.

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